miércoles, 11 de noviembre de 2009

Ultima cena en el Titanic



Me llamo Pedro Mendoza, el día diez de Abril de 1912 embarqué junto a mi esposa Amalia Perez de Pinto y nuestra sirvienta Fermina Piñol en el transatlántico RMS Titanic que zarpaba del puerto de Southampton rumbo a Nueva York.
Seria la etapa final de nuestro viaje de novios que ya duraba diecisiete meses. El criado Eugenio Vidal había quedado en Paris con la misión de enviar diariamente a mis suegros unas postales de la ciudad. Nos prohibieron subir al Titanic y de este modo no sospecharían de nuestras intenciones.
El nuestro era un matrimonio de conveniencia, pactado por nuestros padres, yo ya me planteaba si había sido un gran error.
Nos asignaron el camarote 65 de la cubierta C. Pasamos las primeras horas a bordo paseando por los Cafés Verandah, contemplando el mar por sus amplios ventanales, curioseando por los salones e instalaciones de 1ª Clase.
El Titanic hizo una pequeña escala en Cherburgo donde embarcó mas pasajeros. Fue allí , asomado a la cubierta de popa observando como subían a bordo los viajeros de 2ª Clase, cuando vi por primera vez a las hermanas María y Flor Oromí.
Eran de Lérida y viajaban acompañadas de Julio Duran, este se había enamorado de Flor al verla bailar en un teatro de Barcelona, vendió el restaurante que regentaba y decidieron emprender un viaje a Cuba para empezar juntos una nueva vida.
La imagen de María, su fragilidad y esa mirada cuando nuestros ojos se cruzaron unos segundos me turbó y ya no pude dejar de pensar en ella un solo instante.
Los dos primeros días del viaje transcurrieron sin novedad. Nos bañábamos en la piscina interior después de acudir al gimnasio, disfrutando del silencio de la biblioteca o de los baños turcos. Cenábamos en el gran salón comedor, en la mesa del Tercer oficial Herbert Pitman, acompañados de los acordes de un piano de cola. Más tarde los caballeros se reunían para tomar café o jugar a las cartas en el salón de fumadores.
Empezaron a verse bloques de hielo flotando en nuestra ruta y el clima se enfrió a medida que nos acercábamos a los bancos de Terranova. El capitán Edward-John Smith ordenó cambiar el rumbo y navegar más hacia el sur de la zona de icebergs.
El día trece por la tarde mi esposa Amalia sufrió una indisposición, la dejé descansando en nuestro camarote y acudí al hospital del barco, en la cubierta D, con el fin de obtener algún remedio para el mareo.
Al entrar encontré a María esperando al médico para curarse un pequeño corte en la mano. Estábamos solos, después de presentarnos charlamos un rato, ella me contó lo de su hermana Flor y Julio, los motivos de su viaje.
Sobraban las palabras, era un momento mágico, el encuentro de dos desconocidos que se atraen y al instante notan que están enamorándose. Quedamos en vernos la noche del día siguiente después de la cena en la cubierta D, a popa cerca del comedor de 2ª Clase.


Al atardecer del catorce de Abril el RMS Titanic navegaba por aguas muy tranquilas, veloz a 22 nudos, sin oleaje. La noche cayó helada sobre un espejo de liquido negro.
Cuando la orquesta de Wallace Hartley tocaba " Let me call you sweet heart" empezamos a cenar: las Ostras, Consomé al Oporto, Salmón al vapor con salsa muselina, Filet Mignon con patata, foie y alcachofas fritas o Solomillo a la broche.
Empezó a sonar" You made me love you" y sirvieron un Sorbete de limón con ron y Ensalada de espárragos con vinagreta al champán. Tarta Waldorf, Melocotón con licor de Chartreuse y Eclair al chocolate y vainilla.
A las once mi esposa Amalia se retiró al camarote, acompañada de Fermina, le dije que me quedaba un rato fumando un cigarro habano y jamás imaginé que era nuestra última cena en el Titanic, la última vez que hablaba con ella.
María me esperaba en popa al final de la cubierta D, sus ojos brillaban como las estrellas, sonaba un clásico "The song of the Earth" de Mahler, nos abrazamos temblando y allí la besé por primera vez...
Poco tiempo duró esta felicidad, cerca de medianoche el barco chocó con un iceberg con tan mala fortuna que antes de tres horas estaría hundido.
El impacto casi nos tira por la borda, quedamos cubiertos por una fina capa de hielo en polvo. Nos despedimos precipitadamente y corrí hacia los ascensores que subían a la cubierta C mientras María bajaba por las escaleras en busca de su hermana Flor.


Los pasajeros de 1ª Clase reunidos en el Gran Salón recibieron orden de subir a los botes salvavidas, en primer lugar las mujeres y los niños.
Sobre la una de la madrugada Amalia y su sirvienta Fermina fueron colocadas en el bote nº ocho, mientras las bajaban al agua pude ver su cara por última vez. La gente saltaba, pedía ayuda o gritaba de dolor. El coloso completamente iluminado se hundía poco a poco, escuché a la orquesta de Hartley tocar desde cubierta "Más cerca, oh Dios de ti". Los botes salvavidas se apartaban del barco para no ser arrastrados por el y al cabo de una hora a las dos y cuarto tras un fuerte crujido el Titanic se hundió con gran estruendo, como si una montaña se viniera abajo.
El RMS Carpathia llegó en su auxilio a las cuatro de la madrugada, descubrió los botes flotando en medio de los tempanos y logró rescatar a 706 pasajeros. En el naufragio habían fallecido 1517 personas.
La familia de Amalia tuvo que comprar un cadáver para certificar mi muerte de forma oficial y tener acceso a la herencia de mis bienes. Nunca se recuperó el verdadero cuerpo de Pedro Mendoza.

No pude llegar al camarote de Amalia, la tripulación había cerrado los accesos a 1ª Clase. Al volver atrás encontré a Maria y a Flor aterrorizadas, el caos era total faltaban botes salvavidas y sólo podían embarcar mujeres y niños, Julio estaba muerto, aplastado por un puntal de estribor. Pasadas la una y media de la madrugada las hermanas Oromí pudieron subir al bote nº doce, yo salté al mar vestido de mujer con ropa de Maria y con la documentación del fallecido Julio. Nos recogió horas más tarde el buque SS California y el gobierno Norteamericano facilitó los medios para llegar a Cuba. Allí los tres nos instalamos en Varadero; pero esta ya es otra historia...
 




10 comentarios:

Carme Rosanas dijo...

Quina història! Final sorprenent... enganxa de seguida... quina vida: 17 mesos de viatge de nuvis, no hi ha com tenir peles... i al final salvats tots els personatges, genial!M'ha encantat

Striper dijo...

Una bonica historia malgrat sembli que la fortuna sempre sonruigui a els mateixos.

Meiguiña dijo...

Pasear por tu calle y perderse en tus palabras es una experiencia mágica, única.

No nos conocemos y sin embarto algo nos une, ¿que será? Encontrar algo en cada palabra dejada y a traves de ellas ir sabiendo un poco más el uno del otro.

Dulces sueños Pere y biquiños de esta Meiguiña.

Frannia dijo...

Sempre he pensat que, en una altra vida, vaig morir dins el Titanic :) Almanco, vaig haver de sortir del cinema amb símptomes d'ansietat quan la vaig veure. Està bé veure que no tot van ser històries de por, mort i destrucció. Molt ben narrat!

Elena dijo...

Es bonito y alentador saber aunque solo sea ficción que no todo fue muerte. Una bella historia de amor apaga los ecos del dolor.
Y por qué no ...? quien dice que no ocurrió...

enric dijo...

Pere.
Molt bé.
Espero que fabulis lo que ve despres a Varadero.
Ho esperem els teus blogs/lectors.

Anónimo dijo...

Buuuf que maco!!!

Al principi quan ho vas descrivint es fa dur pensar que aquelles persones amb tot aquell món darrrera viuran una desgracia com va ser aquella. Sovint sentim el nombre de morts quan passa una desgracia i ja et sembla molts, però quan hi poses un rostres i uns sentiments, llavors el dolor de la desgràcia sembla infinit.

M'ha agradat aquesta història perquè hi he pogut sentir un munt de sentiments barrejats.

I sobretot la història d'amor, que té aquella punta d'esperança de pensar que es va salvar l'amor. M'agraden moooolt els finals feliços.

Una abraçada Pere, vaig a mirar antics posts teus i a posar-me al dia.

princesa_ dijo...

Aunque soy nueva en tu blog, me he decidido a instalarme. Historias reales ó irreales mezcladas con mucha ilusión, fantasía y buen hacer.
Mi enhorabuena. He dado un ligero paseo por tu blog y me he enganchado a tus relatos y tu música.
Gracias por tus escritos, primo-hermano.

Joana dijo...

Les teues històries m'enganxen molt. Aquesta és molt romàntica.
M'has fet passar una estona molt agradable amb el relat i el vídeo.
Moltes gracies.

Caputxeta, el lleva la caputxa.

Anónimo dijo...

sorprenent! quan he començat ha llegir dubtava de si seria el paràgraf d’alguna història ¡ves a saber quina! i a l’arribar a la fi... bé... m’he quedat sense saber que comentar.

dir-te que ha valgut la pena la lectura...

gràcies Pere per les teves paraules